jueves, 16 de mayo de 2013

ACTIVIDAD BLOQUE II


Adaptación del cuento “Toda clase de pieles”

Erase una vez que se era, en un reino muy muy lejano, vivían un panadero, su esposa y la hija de ambos, Cora, que era una preciosa niña, de grandes ojos azules y largo cabello rubio. Sus padres la querían muchísimo ya que además era muy buena y generosa. Desde muy pequeñita ayudaba a su padre con los panes y los bollitos que hacían en la panadería.

Cuando Cora cumplió los 10 años, su madre se puso muy enferma, y al ver que no le quedaban muchos días de vida, le dio a Cora el tesoro más valioso que tenía para que siempre la recordara: un abrigo hecho con toda clase de pieles, que la protegería de todo mal. Tras la muerte de la madre, tanto Cora como su padre pasaron unas semanas muy tristes, pero pronto Cora se dio cuenta de que volvía a ver a su padre animado y feliz y un día éste le dio una gran noticia: iba a volver a casarse.

En cuanto conoció a su futura madrastra, Cora supo que no iban a llevarse bien, ya que era una persona muy fría y antipática. Cora no entendía cómo podía su padre haberse enamorado de ella. La madrastra tenía un hija un poco mayor que Cora, Amelia, que era la chica más fea, egoísta y desagradable que os podáis imaginar.

Tras su boda con el padre de Cora, la madrastra decidió que había llegado la hora de casar a Cora y a Amelia y empezó a buscarles pretendientes. Los pretendientes más guapos, buenos y apuestos eran todos para Amelia y los más feos y estúpidos para Cora. Cora protestaba y se quejaba a su padre, pero éste le decía que su madrastra buscaba lo mejor para ella.

Una vez hubo conocido a todos los pretendientes de las niñas, la madrastra decidió que Cora se casaría con Gustavo, un joven feo, bruto y malo, pero que pertenecía a una familia bastante rica. Gustavo estaba muy encaprichado de Cora ya que le parecía preciosa, sin embargo Cora estaba horrorizada ante la idea de tener que casarse con él. Sus protestas no valieron de nada, tanto su padre como su madrastra deseaban que se casara con Gustavo.

Así Cora ideó un plan para retrasar lo máximo posible la boda, y pidió a su pretendiente una máscara hecha con las plumas de todo tipo de pavos reales como regalo de pedida. Gustavo viajó por muchos reinos durante meses hasta conseguir reunir plumas de todos los distintos pavos reales. Al volver Gustavo, Cora le agradeció la máscara pero le dijo que ahora deseaba un lindo traje, hecho enteramente con perlas de todos los mares. Gustavo volvió a viajar durante meses para reunir todas las perlas y ordenó coser un vestido precioso que entregó a Cora como regalo de boda. A Cora no se le ocurría qué más podía hacer para posponer la boda, y finalmente tuvo que resignarse a casarse con Gustavo.

Sin embargo, la noche antes de la boda, Cora recibió una visita muy especial. ¡Su hada madrina!, quien le aconsejó huir de casa e internarse en el bosque donde no tendría nada que temer, pues algo bueno le ocurriría. Cora no lo dudo, y envolviendo en un hatillo su máscara y su precioso vestido, se puso el abrigo de su madre de todo tipo de pieles y huyó de casa.

La vida en el bosque resultó muy dura para Cora, ya que sólo podía alimentarse de frutos silvestres, dormía en cuevas, iba muy sucia y desaliñada porque no podía lavarse y, sobre todo, se sentía muy sola. Sin embargo, Cora era muy fuerte y confiaba en su hada madrina y pensaba “algo muy bueno me va a ocurrir”. Algunas veces oyó voces que la llamaban buscándola, pero Cora se arrebujaba bien dentro de su abrigo y pasaba desapercibida subida a los árboles, pues su abrigo la protegía.

Una mañana, mientras todavía dormía en una cueva, la despertó bruscamente una mano que la zarandeaba. Cora se asustó, pero pronto vio que quien la había despertado era una anciana de cara amable que le preguntó qué hacía allí sola en el bosque. Cora, por temor a que la anciana la devolviera de nuevo a su hogar, le dijo que era huérfana y que se llamaba Fanny. La buena anciana se apiadó de ella, y la invitó a vivir en el palacio del reino, ya que ella trabajaba allí como costurera. Cora, muy agradecida de por fin tener compañía, la acompañó gustosa.

La vida en palacio resultó estupenda para Cora, ya que, como poseía conocimientos de panadería, pronto la nombraron ayudante del panadero real. La mejor parte del trabajo de Cora tenía lugar cada mañana, cuando subía los bollitos de desayuno del príncipe a sus aposentos. Cora se contentaba con admirar al guapísimo príncipe mientras éste desayunaba.

Así pasaron los días, y Cora fue perdiendo el temor a encontrarse a su familia, ya que apenas salía del palacio. Una buena mañana, partieron del castillo cien mensajeros que se dirigían a todos los reinos del mundo con el siguiente anuncio: se celebraría en palacio un gran baile de máscaras al que debían acudir todas las princesas del mundo para que el príncipe encontrara una esposa. Al enterarse, Cora se puso muy triste, pues realmente se había enamorado del apuesto príncipe.

La noche del baile de máscaras llegó y, una vez en su habitación, Cora tuvo una gran idea: se pondría su preciosa máscara hecha con plumas y su elegante vestido de perlas. Al entrar en el salón del baile, Cora sintió que todos la miraban, ya que nadie llevaba una máscara y un vestido tan espectaculares como los suyos. El príncipe no podía apartar la mirada de esa bella figura y esos ojos que relucían bajo la máscara e invitó a Cora a bailar. Juntos pasaron el resto del baile, sin embargo, Cora se mostraba reacia a hablarle de sus humildes orígenes y centraba la conversación en el príncipe. Cuando al concluir el baile, el príncipe le pidió que se quitara la máscara, Cora sintió miedo de que descubriera quien era y se alejó corriendo. El príncipe se quedó prendado de su preciosa sonrisa y su risa cristalina.

A la mañana siguiente Cora se sentía muy triste, estaba todavía más enamorada del príncipe que antes y no sabía qué podía hacer para conseguirle. Hasta que nuevamente se le ocurrió un plan…Cuando horneó los bollitos del desayuno del príncipe los hizo con forma de pluma de pavo real.

Al subir el desayuno al príncipe, éste se quedó mirando anonadado los bollitos, miró a Cora a los ojos y, al reconocer esa mirada, la cogió de las manos. Sientiéndose muy feliz, Cora se echó a llorar y empezó a contarle al príncipe toda su historia, incluyendo cuál era su verdadero nombre y confesando que era la hija de un panadero. El príncipe conmovido dijo a Cora que no le importaba su origen, que el sólo buscaba una buena muchacha que le quisiera, y que ella se lo había demostrado.

Cora y el príncipe se casaron y fueron muy felices, y como Cora era muy buena y nada rencorosa, mandó a llamar a su padre y a su madrastra para que vivieran con ellos en palacio.


He realizado una adaptación del cuento "Toda clase de pieles" contado por Irune en clase. Basándome en el cuento, he cambiado los siguientes elementos:

- La protagonista del cuento no es una princesa, sin embargo, acaba siéndolo.
- He suprimido la idea del incesto padre-hija y, en lugar de eso, es la nueva madrastra de la protagonista quien la obliga a casarse con alguien que ella no desea.
- El abrigo de toda clase de pieles es regalado por la difunta madre a su hija.
- Los regalos para retrasar la boda son dos en vez de tres: una máscara y un vestido.
- Aparece un hada madrina que es quien aconseja a la protagonista.
- Quien encuentra a la niña en el bosque es una anciana en vez de los caballeros del príncipe.
- La historia transcurre en el mismo reino.
- La protagonista es panadera y todos los días ve al príncipe hasta que al final se enamora de él.
- Acude al baile con los dos regalos puestos a la vez que son los que hacen que el príncipe se fije en ella.
- Final feliz al casarse con el príncipe y perdonar a su familia.

1 comentario: